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viernes, 10 de abril de 2015

SLUGS, MUERTE VISCOSA (JUAN PIQUER SIMÓN, 1988)




SINOPSIS:

Una babosa hembra puede poner un millón y medio de huevos al año. En una pequeña población norteamericana, mientras todos duermen, una nueva especie de babosas está creciendo y multiplicándose en los húmedos y oscuros sótanos. Están desarrollando nuevos gustos de sangre, y de carne… ¡De carne humana!


COMENTARIO:

Babosas. Esos resbaladizos y blanditos  pegotes  de carne  con cuernos  e inofensivos dientecitos, que viven apaciblemente en la huerta de todo buen vecino, alimentándose de vegetales y , en raras ocasiones, de pequeños insectos. Al contrario que el caracol - que saca sus cuernos al sol - estas son nocturnas. Y, hermafroditas, las babosas más fértiles son capaces de poner medio millón y medio de huevos al año.  Encantadoras, ¿verdad? . Que yo recuerde, jamás he visto una de cerca.  Es por ello que agradezco mucho el haber podido contemplar  tantas juntas en la película de Juan Piquer Simón, Slugs, muerte viscosa.
El Ed Wood español lo llamaban, y es que nuestro querido director valenciano, más conocido como J.P Simón, nos dejó un cine muy particular. Si bien Ed Wood fue considerado en su día el  peor director de la historia, tres cuartos de lo mismo se le atribuiría a J.P Simón en nuestra historia del fantaterror patrio. Sin embargo, y a día de hoy, ambos son  figuras de culto de serie B y Z, admiradas y respetadas por numerosos fans del cine de género.
Después de debutar en el largometraje en 1977, adaptando el Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, y de explotar películas como Superman (Richard Donner, 1978) con la entrañable Supersonic Man (1979) o Viernes 13 (Sean S. Cunningam, 1980) con la genial Mil gritos tiene la noche (1982),  Simón se dedicó, en años posteriores a homenajear el cine de monstruos y bichos varios y de ciencia ficción de tiempos pasados.  Así fue como en 1988, y en coproducción con Estados Unidos,  cogió un buen montón de  inofensivos “caracoles sin concha” y los convirtió en babosas gigantes- mutantes – carnívoras  en Slugs, muerte viscosa.  Es inevitable pensar en la clara influencia de cintas como Squirm (Jeff Lieberman, 1977) o El terror llama a su puerta (Fred Dekker, 1986), aunque realmente, Slugs tiene vida propia y un encanto especial. Eso sí,  no es apta para todos los públicos, ni muchísimo menos. Hay que verla con mirada despreocupada y saber disfrutarla únicamente desde el punto de vista del simple y puro entretenimiento, a la vez que hay que saber apreciar la simpatía del cine de serie B más chungo.
Pese a lo cuestionado que estaba el director, ciertamente su labor tras las cámaras no era mala en absoluto, la verdad sea dicha. Es más, Slugs, muerte viscosa está considerablemente bien dirigida y  está acompañada además, de una estupenda  fotografía (Julio Bragado). ¿Dónde está el fallo entonces? Pues, como venía siendo habitual en el cine de J.P Simón, en un absurdo y mal construido guión, lleno de ridículos diálogos y de situaciones inverosímiles. Es una pena que sus responsables, entre los que se encuentran el mismo director y José Antonio Escrivá (Manos a la obra. Serie TV) no fuesen capaces de adaptar mejor el texto de la novela en la que está basado. Sí, increíblemente está basado en un libro, escrito en 1982 por Shaun Hutson . En resumen, que estos dos amiguetes tomaron prestada una historia que se desarrollaba en más de trescientas páginas e hicieron lo que les salió de sus partes. Olé por ellos. ¡Viva el descaro y la poca vergüenza!
Tenemos con ello,  y después de una espectacular introducción, una historia en la que, básicamente, un montonazo de babosas residentes en las cloacas quieren acabar con toda la población, metiéndose en sus casas, a través de fregaderos, váteres y ¡¡lechugas!!.  La única persona capaz de detener el desastre es Mike (Michael Garfield) un ciudadano al que nadie cree ni hace el más mínimo caso, aun habiendo visto, una y otra vez, el resultado de los asesinatos de estos bichitos.

De un variado reparto internacional , entre los que se encuentra el fetiche de J.P Simón, Emilio Linder (Mil gritos tiene la noche, La grieta, Al salir de clase), apenas destaca ninguno, más bien ofrecen unas pésimas interpretaciones,  pues la mayoría de los personajes están totalmente desubicados, sobretodo el de Concha Cuetos (Farmacia de Guardia) que actúa como si la cosa no fuese con ella. Bueno, la cosa no va prácticamente con ninguno, ya que aquí todo el mundo prefiere pensar en los placeres de la vida como son el sexo y el buen comer y beber.  Estamos siendo invadidos por unas babosas gigantes-mutantes- carnívoras, pero da igual… ¡vamos a follar!.

Bromas aparte, e independientemente de que  cueste hablar seriamente de una película así,  Slugs, muerte viscosa tiene cosas francamente destacables.  Tenemos, por un lado, las bonitas localizaciones . A pesar del bajo presupuesto con el que contaba J.P  Simón, le fue suficiente para irse a rodar fuera de España. La mayoría de secuencias están filmadas en el pueblo de Lyons, Nueva York.  Pero como no le dejaron meterse en la maleta a  sus adorables  babosillas - de denominación asturiana, por cierto - y llevárselas a Estados Unidos,  tuvo que  realizar las secuencias de estas las principales protagonistas en nuestro País.
Por otro lado,  y lo mejor del film -con muchísima diferencia respecto a todo lo demás - son sus memorables secuencias gore.  No nos importa que un hombre se corte la mano con un hacha si venir a cuento,  que  un chico no intente salvar a su novia desnuda que está siendo devorada lentamente o que a un tipo le estalle la cabeza y le salgan los “espaguetis” por doquier antes de habérselos comido .  Estas imágenes ya forman parte de la retina del seguidor más fiel del fantaterror español  de serie B. Y es que están francamente bien realizadas. Es por ello que en 1989 el equipo de efectos especiales fue galardonado con un merecido premio Goya.
Para mi gusto, ya podrían haber incluido alguna que otra secuencia más de  estas sangrientas características, pues cuando no se producen muertes, la trama es demasiado sosa,  pero bueno,  la película merece la pena.  Y es que incluso en las situaciones más absurdas y aburridas, es inevitable perder la sonrisa , para bien o para mal.  Nunca me ha gustado decir eso de “de lo mala que es, es buena”, pero si existe una película que da buena fe de ello, esa es Slugs, muerte viscosa. La recomiendo, por lo tanto,  a todo aquel que sea capaz de entender esta paradójica frase.   Abstenerse el resto.
















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